
De padre retratista, Javier Zorrilla lleva pintando toda la vida. “Él es el que empezó a guiarme en el dibujo, en la pintura en general”, nos cuenta, para más tarde formarse en los estudios de pintura de José Luis Ferrer y Teresa Muñiz. En sus comienzos no pintaba acuarela, pero una mudanza a finales de los 90 hizo que abrazara esta técnica: “Tenía menos espacio para el estudio, y la técnica de acuarela es menos engorrosa, mancha menos…”.
Dice que se enganchó porque la acuarela va con su personalidad: “Es muy espontánea, es muy rápida, potencia la luz, la transparencia”. Combina su trabajo en una galería madrileña con las clases, una labor docente que surgió a comienzos de los años 2000, cuando lo llamaron de un centro cultural de Guadalajara para montar una exposición. Tras esta, la directora del espacio le propuso dar clases allí. Yendo dos días a la semana, formó un grupo “importante” que derivó en la asociación de acuarelistas Aguada. Le cogió el gusto a la docencia (de hecho, estuvo allí diez años) y desde entonces no ha parado: a montado un estudio taller en Madrid, donde sigue impartiendo lecciones, y enseña en la galería Alda con Limón de la ciudad; por si fuera poco, todos los años da clases en Suecia y en Brasil.
En sus clases de acuarela, le gusta potenciar las cualidades que tiene esta técnica y que enganchaban con su personalidad, como la luz y la transparencia. “Lo primero que intento transmitirles es que cambien la manera de mirar. Estamos acostumbrados a mirar y ver cosas, ver objetos, pero no a plantearlo como si fuera una pintura”. Él propone dejar de observar esa persona, árbol o coche que queremos plasmar y hacerlo como si fueran manchas con las que se construye una imagen. El balance tonal, los contornos o los claroscuros son los conceptos más importantes que intenta transmitir después de cambiar la manera de mirar.
Javier ya es un viejo conocido en Torrecampo, porque impartió un taller de acuarela en 2017, una experiencia de la que quedó muy contento (hubo lista de espera para entrar). Cuando le propusieron la romería acuarelística, le pareció una idea “muy interesante”, porque ayuda a dar conocer esta técnica y a saber “cómo trabajamos al aire libre, cómo planteamos un cuadro”. Incluso, cómo se hace una obra entre dos: planea con José Zorita, otro de los invitados de honor, pintar un cuadro a cuatro manos. “Reunir a mucha gente que comparte este trabajo, esta ilusión y esta vocación me parece estupendo”. Destaca el talento del resto de compañeros que lo acompañarán y espera ilusionado que llegue la cita. “Nos lo vamos a pasar muy bien. La gente se tiene que animar”.
La imagen principal es una acuarela de Javier Zorrilla.
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